domingo, 8 de diciembre de 2013

Procyon

Por muchos motivos, siendo el más importante informar que ha salido un tebeo que merece la pena leerse, releerse y guardar para consultar más tarde, necesito hablar de Procyon, cómic de Ricardo Machuca editado por Dibbuks.

Es complicado hablar de la obra de un amigo porque suelo decir, escribir, lo que pienso y no me callo cuando no me gusta. Lo cual me ha valido alguna bronca, alguna amistad y largas discusiones con algún criticado que no estaba de acuerdo con mi opinión. Por ello, y mientras lo haga por afición, procuro escribir sólo de cosas que me gustan o de gente que no conozco. Un poco como un amigo crítico de cine, que no ve cine español porque no quiere seguir perdiendo amigos. Y más al tratarse de alguien como Ricardo, que ha ilustrado en el pasado mis guiones y que, espero, volverá a ilustrarlos. Además, estamos hablando de un álbum que, para colmo, está rotulado por mí. 

Afortunadamente, Ricardo Machuca siempre suele hacerlo bien, incluso cuando el trabajo no me convence del todo, y aquí me ha convencido por completo.

Procyon es una obra atemporal, con una estructura y un desarrollo que recuerda las novelas de la época dorada de la ciencia-ficción, a gente como Fredric Brown, Robert Sheckley o Frederick Pohl. Gente que construía completos universos de ficción en los que mover a sus personajes, donde tan pronto te contaban una historia policiaca como una aventura enloquecida con una sátira del consumismo como trasfondo y donde todo era, sigue siendo, sorprendente y nuevo y divertido, y los protagonistas resultaban ser, siguen siendo, tan sorprendentes como familiares. Además, eran libros profundamente modernos, innovadores, distintos, y cuando los relees siguen pareciendo frescos. La mitad de la literatura actual bebe de aquellos autores. El ciberpunk de hoy lo escribía ya Alfred Bester en Las estrellas mi destino o El hombre demolido, y nadie ha escrito mejores novelas juveniles que Robert A. Heinlein. Inventaban en contenido, inventaban en lenguaje, inventaban en todo. 

      
Y este tebeo es así, porque su narración sigue esquemas clásicos pero consigue sorprender siempre, porque hasta la página ochenta y tantos no sabemos quién es el protagonista, porque está impecablemente narrado y resuelto. Porque, como las obras de esos autores clásicos es un libro que se bebe, se devora, con fruición, y cuando lo acabas deseas releerlo. Porque lo único importante es la diversión, el disfrute, la lectura de consumo, el terminar la obra y correr a la tienda a buscar otras obras de ese mismo autor con las que repetir esa diversión y ese placer. Desgraciadamente, en el caso de Ricardo Machuca, lo que hay, lo que se encuentra, con suerte, es un tebeo titulado Las arenas del tiempo, que casualmente cuenta con otros guionistas, y no hay ningún Procyon más. Esperamos que lo haya en unos meses, pero, mientras tanto, Las arenas del tiempo mola. Soy uno de los guionistas de ese álbum y sé que mola. 

Es una obra de trama medida y trazada con tiralíneas, muy personal en referencias inopinadas y en elementos y guiños privados, donde no sobra ni falta nada y cuando lo hace es porque se ha hecho pensando en próximas entregas. Donde Machuca hace uso de un sentido del humor muy particular al trazar unos protagonistas y unos gags netamente socarrones y españoles. O sea, encima es divertido. 

La única pega que consigo verle a este libro es comercial. No tiene un grafismo “a la moda”, de los que “se llevan”. No es un dibujo abocetado o suelto o infantil o artístico. Ni realista o fotográfico. Es un dibujo personal, único, con un estilo propio, sólido, preciso y detallado. Muy detallado. Que hay que dibujar una viñeta con sesenta personas, se dibuja. Que hay que dibujar una nave espacial, se dibuja. Que un pato de goma, es difícil pero se hace. Y la narración no transige con atajos narrativos, todo está contado con cuidado, sin esquivar situaciones difíciles, procurando acompañar los diálogos con la actuación de los personajes y empleando todos los trucos del oficio y alguno novedoso, o que nunca se había empleado de esta manera.

Revelar algo de la trama sería descubrir alguna de las muchas sorpresas del guión que reservan sus 120 págs., así que me limitaré a decir que lo que empieza siendo un relato de caza al terrorista escondido en un crucero espacial tipo Vacaciones en el Mar, acaba resultando el prólogo de lo que parece una saga cósmica. Y que el álbum cuenta una aventura completa pese a ser parte de una trama más larga.

Porque también hay que leer obras entretenidas y refrescantes, Procyon me parece uno de los mejores tebeos que he leído en este año. Y, por cierto, estupendamente rotulado.


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